Aprovechando que mi amiga Layla me había dejado magníficos trajes para la colaboración de la leyenda del post anterior nos fuimos por Toledo a inventarnos nuestra propia historia. Ese día no pude contar con mi estilista de siempre y recurrí a mi mejor amiga que me puso unos ojos y unas cejas bastantes preocupantes, ja, ja, ja. Nada importa cuando eres una princesa.
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